viernes, 11 de diciembre de 2020

UN TROCITO DE PAPEL DE SEDA

 

 

Un trocito de papel de seda

Hoy he entrado en la mercería a comprar una bobina de hilo y me la han dado envuelta en un trocito de papel de seda.

Qué cosa tan simple. ¿Verdad? Pues bien, esa cosa tan simple me ha hecho ver lo maravillo de nuestro barrio. Vistabella.

Esa cosa tan simple como es que te hagan un paquetito con un trocito de papel de seda y mientras tanto cambies una palabra con el dueño de la tienda, nos interesemos mutuamente por la familia, los proyectos, la vida en fin de los demás, hace que nos sintamos más cercanos unos de otros. Todavía casi vivimos en un ambiente de camaradería como hace cincuenta años.

Cuando sales de Vistabella eso desaparece; En el momento en que dejas  atrás el Hospital Reina Sofía o la Plaza de Toros, la ciudad te engulle, y ya, dejas de ser tú para convertirte en un ciudadano más.

Allí, en el “Centro” no existe el papel de seda para hacer paquetes, ni tiendas con el dueño detrás del mostrador deseando atenderte; Allí hay “Grandes Almacenes” donde tú tienes que buscar lo que quieres y sí lo encuentras pasar por Caja, pagarlo y después te lo ponen en una bolsa de plástico, te lo entregan y a la calle. Todo absolutamente impersonal.

Yo no nací en Vistabella; Solo vivo aquí desde hace cincuenta años, pero tanto desde el día en que llegué como hasta hoy me encuentro en el barrio como pez en el agua.

Mi marido, yo y mis primeros seis hijos pertenecemos por nacimiento y bautismo a la Parroquia de San Lorenzo ya que, nacimos en la Calle de Alejandro Seiquer y Zambrana respetivamente, solo los dos menores pertenecen a la Parroquia Nuestra Señora de Fátima Patrona de este entrañable barrio, quiero decir con esto que tanto mi niñez como mi juventud lo viví en el “Centro” pero quizás por mi amor a la naturaleza y a los espacios abiertos me pasaba nueve meses del año esperando a que llegasen las vacaciones para poder irnos a la playa o al campo.

Cuando ya después de quince años de casada y viviendo con mis hijos en un piso, aunque este era muy grande y yo lo había diseñado a medida de mis gustos y mis necesidades, me encontraban como en una jaula o escaparate porque como la casa hacía esquina a dos calles y yo siempre tenía los balcones abiertos, a pesar de que a mí no me importaba que me viesen los vecinos, había ocasiones en que resultaba incómodo puesto que hasta para subirme las medias tenía que meterme en la cocina o el cuarto de baño y cerrar la puerta ya qué los balcones de la casa del otro lado de la calle estaban justo enfrente de los míos y era muy difícil la intimidad; Por esta razón, cuando a mi marido le ofrecieron un piso de los que estaban haciendo en Vistabella yo vi el cielo abierto.

Hoy, todavía cuando salgo por la mañana temprano y me cruzo con alguien por la calle nos saludamos con un “buenos días” aunque no nos conozcamos y eso me hace sentir bien, siento que formo parte de algo y que los demás están unidos a mí como una gran familia.

No hay duda de que no hay comparación posible con nuestro barrio. ¿Dónde está el sitio en el que cuando vas andando por cualquier calle vas oliendo a azahar y jazmines o a bollos, pan caliente y leña ardiendo en el horno? Todo sin que esto sea obstáculo para que dentro de nuestra casa de apariencia modesta por fuera, dentro tengamos todo los adelantos y comodidades de la era electrónica en que vivimos.

Recuerdo que cuando me vine a vivir aquí, al salir a mi terraza frente a mí, solo había huerta, la fábrica de “La Casera”, “Las Casas del cabezota” y donde ahora está la gasolinera una fuente publica de donde se surtían de agua los que en ellas vivían y una acequia que discurría por  lo que hoy es la acera del Palacio de Congreso, su aparcamiento y el “Recinto de las Peñas Huertanas”.

Por la orilla de aquella acequia todos los días pasaba un pastor- sin prisas- con sus ochos o diez ovejas que iban mordisqueando la hierba y las florecillas que crecían al frescor del agua y por las noches era una delicia oír cantar  a los grillos y croar a las ranas. Hoy por desgracia, eso ya no existe, -la acequia, el pastor, las ranas y los grillos- pero sigo teniendo la huerta, el olor a azahar y el sol que me entran hasta el fondo de mi casa, y el fresco viento de levante en verano que me hace soñar que estoy a la orilla del mar, y más a lo lejos todas nuestras sierras; Sierra Espuña, Carrascoy, La Fuensanta, La Cresta del Gallo, Columbares,  y ya más al norte, las sierras de Orihuela, Monteagudo con sus monumento al Corazón de Jesús y la sierra de Abanilla y Fortuna y todavía más a lo lejos se pueden ver las sierras del Carche y La Pila; Todas las sierras que rodean este hermoso valle que es nuestra Murcia con su Vega.

Aquí en Vistabella,  no solamente nos encontramos bien los vecinos de hecho  sino que todos los que vienen ya sean de paso, o a visitarnos se quedan encantados con el barrio, tan fresco en verano y soleado en invierno y no cesan e decir ¡Qué bien vivís aquí! ¡Qué paz, que tranquilidad! Esto ya no se encuentra en ninguna capital ni siquiera en la mayoría de los pueblos, aquí estáis como en una aldea pero a dos pasos de una gran ciudad.

Sólo siento que en este nuestro barrio que tiene cosas tan cómodas y entrañables como su paz, su poca circulación a motor, sus familias tomando el fresco a la puerta de sus casas en las noches de verano con las que cruzas unos saludos, su recogida Parroquia, sus Fiestas del Mes de Mayo en  honor a la Virgen de Fátima, sus bares con sus tapas y esas mesas únicas en su puerta para disfrutar de nuestro buen clima durante todo el año, su paseo por la orilla del rio bordeado de palmeras y naranjos, la Plaza de los Patos, ideal para que los chicos jueguen sin peligro mientras sus padres se relajan y se relacionan con sus vecinos, solo siento, digo que esta plaza que tenemos al final de la Calla de Luis Fonte Pagán en el entronque con la Avenida de Mayo no tenga un nombre como se merece y que para dar esa dirección tengamos que acudir a la de un bar ¿No sería bonito decir Plaza de las Palmeras? Porque si bien hubo que talar tres de las cuatro que en un principio había por culpa de una plaga, estas antes de morir ya dejaron sus sucesoras que junto con las dos adultas que se libraron forman un conjunto digno de tener en cuenta. Repito PLAZA DE LAS PALMERAS. ¿A  que suena bonito? ES LO UNICO QUE LE FALTA A VISTABELLA.

 

Relato de Carola.

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