Un
trocito de papel de seda
Hoy he entrado en la
mercería a comprar una bobina de hilo y me la han dado envuelta en un trocito
de papel de seda.
Qué cosa tan simple.
¿Verdad? Pues bien, esa cosa tan simple me ha hecho ver lo maravillo de nuestro
barrio. Vistabella.
Esa cosa tan simple como
es que te hagan un paquetito con un trocito de papel de seda y mientras tanto
cambies una palabra con el dueño de la tienda, nos interesemos mutuamente por
la familia, los proyectos, la vida en fin de los demás, hace que nos sintamos
más cercanos unos de otros. Todavía casi vivimos en un ambiente de camaradería
como hace cincuenta años.
Cuando sales de Vistabella
eso desaparece; En el momento en que dejas
atrás el Hospital Reina Sofía o la Plaza de Toros, la ciudad te engulle,
y ya, dejas de ser tú para convertirte en un ciudadano más.
Allí, en el “Centro” no
existe el papel de seda para hacer paquetes, ni tiendas con el dueño detrás del
mostrador deseando atenderte; Allí hay “Grandes Almacenes” donde tú tienes que
buscar lo que quieres y sí lo encuentras pasar por Caja, pagarlo y después te
lo ponen en una bolsa de plástico, te lo entregan y a la calle. Todo absolutamente
impersonal.
Yo no nací en Vistabella;
Solo vivo aquí desde hace cincuenta años, pero tanto desde el día en que llegué
como hasta hoy me encuentro en el barrio como pez en el agua.
Mi marido, yo y mis
primeros seis hijos pertenecemos por nacimiento y bautismo a la Parroquia de
San Lorenzo ya que, nacimos en la Calle de Alejandro Seiquer y Zambrana
respetivamente, solo los dos menores pertenecen a la Parroquia Nuestra Señora
de Fátima Patrona de este entrañable barrio, quiero decir con esto que tanto mi
niñez como mi juventud lo viví en el “Centro” pero quizás por mi amor a la
naturaleza y a los espacios abiertos me pasaba nueve meses del año esperando a
que llegasen las vacaciones para poder irnos a la playa o al campo.
Cuando ya después de quince
años de casada y viviendo con mis hijos en un piso, aunque este era muy grande
y yo lo había diseñado a medida de mis gustos y mis necesidades, me encontraban
como en una jaula o escaparate porque como la casa hacía esquina a dos calles y
yo siempre tenía los balcones abiertos, a pesar de que a mí no me importaba que
me viesen los vecinos, había ocasiones en que resultaba incómodo puesto que
hasta para subirme las medias tenía que meterme en la cocina o el cuarto de
baño y cerrar la puerta ya qué los balcones de la casa del otro lado de la
calle estaban justo enfrente de los míos y era muy difícil la intimidad; Por
esta razón, cuando a mi marido le ofrecieron un piso de los que estaban
haciendo en Vistabella yo vi el cielo abierto.
Hoy, todavía cuando salgo
por la mañana temprano y me cruzo con alguien por la calle nos saludamos con un
“buenos días” aunque no nos conozcamos y eso me hace sentir bien, siento que
formo parte de algo y que los demás están unidos a mí como una gran familia.
No hay duda de que no hay
comparación posible con nuestro barrio. ¿Dónde está el sitio en el que cuando
vas andando por cualquier calle vas oliendo a azahar y jazmines o a bollos, pan
caliente y leña ardiendo en el horno? Todo sin que esto sea obstáculo para que
dentro de nuestra casa de apariencia modesta por fuera, dentro tengamos todo
los adelantos y comodidades de la era electrónica en que vivimos.
Recuerdo que cuando me
vine a vivir aquí, al salir a mi terraza frente a mí, solo había huerta, la
fábrica de “La Casera”, “Las Casas del cabezota” y donde ahora está la
gasolinera una fuente publica de donde se surtían de agua los que en ellas
vivían y una acequia que discurría por
lo que hoy es la acera del Palacio de Congreso, su aparcamiento y el
“Recinto de las Peñas Huertanas”.
Por la orilla de aquella
acequia todos los días pasaba un pastor- sin prisas- con sus ochos o diez
ovejas que iban mordisqueando la hierba y las florecillas que crecían al
frescor del agua y por las noches era una delicia oír cantar a los grillos y croar a las ranas. Hoy por
desgracia, eso ya no existe, -la acequia, el pastor, las ranas y los grillos-
pero sigo teniendo la huerta, el olor a azahar y el sol que me entran hasta el
fondo de mi casa, y el fresco viento de levante en verano que me hace soñar que
estoy a la orilla del mar, y más a lo lejos todas nuestras sierras; Sierra
Espuña, Carrascoy, La Fuensanta, La Cresta del Gallo, Columbares, y ya más al norte, las sierras de Orihuela,
Monteagudo con sus monumento al Corazón de Jesús y la sierra de Abanilla y
Fortuna y todavía más a lo lejos se pueden ver las sierras del Carche y La
Pila; Todas las sierras que rodean este hermoso valle que es nuestra Murcia con
su Vega.
Aquí en Vistabella, no solamente nos encontramos bien los vecinos
de hecho sino que todos los que vienen
ya sean de paso, o a visitarnos se quedan encantados con el barrio, tan fresco
en verano y soleado en invierno y no cesan e decir ¡Qué bien vivís aquí! ¡Qué
paz, que tranquilidad! Esto ya no se encuentra en ninguna capital ni siquiera
en la mayoría de los pueblos, aquí estáis como en una aldea pero a dos pasos de
una gran ciudad.
Sólo siento que en este
nuestro barrio que tiene cosas tan cómodas y entrañables como su paz, su poca
circulación a motor, sus familias tomando el fresco a la puerta de sus casas en
las noches de verano con las que cruzas unos saludos, su recogida Parroquia,
sus Fiestas del Mes de Mayo en honor a
la Virgen de Fátima, sus bares con sus tapas y esas mesas únicas en su puerta
para disfrutar de nuestro buen clima durante todo el año, su paseo por la
orilla del rio bordeado de palmeras y naranjos, la Plaza de los Patos, ideal
para que los chicos jueguen sin peligro mientras sus padres se relajan y se
relacionan con sus vecinos, solo siento, digo que esta plaza que tenemos al
final de la Calla de Luis Fonte Pagán en el entronque con la Avenida de Mayo no
tenga un nombre como se merece y que para dar esa dirección tengamos que acudir
a la de un bar ¿No sería bonito decir Plaza de las Palmeras? Porque si bien hubo
que talar tres de las cuatro que en un principio había por culpa de una plaga,
estas antes de morir ya dejaron sus sucesoras que junto con las dos adultas que
se libraron forman un conjunto digno de tener en cuenta. Repito PLAZA DE LAS
PALMERAS. ¿A que suena bonito? ES LO
UNICO QUE LE FALTA A VISTABELLA.
Relato de Carola.
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